Gárgola de la catedral de León

Me alumbraste con tu ojival mirada
notar  tus ojos consoló la mía
aquella tarde cárdena y sombría
eterna, leonesa y adoquinada.

De lucero,  tiniebla maquillada
pupilas policromadas que ardían
fuego de espiga en la noche amarilla
incendiando a tu virgen nacarada.

Mis pasos gastados fueron prendidos
por tu rosetón de lienzo de araña
y en tu arbotante me quedé dormido

Desperté con las zancas empedradas
inerte, a tu fortaleza fundido
penando ya como gárgola sacra.