El regreso


Caminando por los campos

donde pacen los sueños,

donde respiran los vientos,

donde soy un extraño.

Ya no soy de ningún lado,

del progeso su anhelo

me escondió en la ciudad,

donde me decían "de pueblo",

me rompieron la espalda

de echar madera a su fuego,

me la traje en un saco

para hacerme un traje nuevo.

Hoy camino mi pueblo,

de nuevo en su regazo,

y me siento de ningún lado

pues me dicen "extranjero".

El Gato, El ratón y la marrana


Malmaullaba un gato a una marrana,

maldecía al micifuz una paisana,

se anudaba entre su piernas

haciendo tropezar sus albarcas,

por si cayera un trozo de tocino

de las sobras de la mañana,

que se volcaban en la cochiquera

desde una fuente bien colmada.

"Desde que llegó la puerca,

hoy hizo una luna acabada,        

sólo me echo al bigote raspas,

- gimoteaba el minino -

pedazos de pan aburado,

algún pellejo de morcilla rancia

y los pocos ratones que atrapo.

Mientras la gocha despreocupada,

sólo a llenar la andorga esperando

todo el santo día tumbada.

Y yo sin mi faena recompensada,

siempre bregando y bregando,

limpiando de roedores la casa,

tres suman esta semana,

otro escapó por un rabo,

el último puse a pies del ama

que premiase como me aplicaba,

¡qué infecunda y nefasta maniobra!

pues "pa" zurrarme la badana

trincó el escobón la vieja,

me hizo volar más de dos varas,

un revolcón que fuera

digno de la mejor cadrilada,

"maldito gato cebado" - gritaba -

"¿de ratones no tienes ganas?"

y en los días venideros

no me pusieron ni las raspas,

ni mi chusco cebado de fuego,

ni el más ruin de los pellejos.

Paso el día escondido en la tenada

o entre las sebes de huerto,

malmaullando a la marrana".



Preso tras el arcón de la bodega,

donde se disimula un agujero,

malmusita un ratón de la marrana,

que desde que la condenada viniera,

cuando pusieron en el cielo,

en la más alta alacena,

aquella noche un queso entero

el maldito gato no da tregua.

"Micho rufián y avaro

que no se conforma con su raspa

o el rescaño de pan quemado,

 para todos son tiempos malos,

y yo estoy peor en comparanza

si con el felino me comparo,

que llevo tres días con una migaja,

escurrida del mandil del ama,

que se despeñó en un mal bocado

a una deliciosa mantecada.

Así jornada tras jornada

jugamos al ratón y al gato,

así vinieron muchos días

muchos días se marcharon

fueron construyendo semanas,

doscientas noches de aullidos

con sus enamoradas las albas.

Por fin el undécimo día trajo

de un noviembre bastante frío,

cargando la cruz de los gorrinos

a San Martín procesionando.

Seis hombres lo apresaron,

primero le cogieron del rabo,

en su monte de los olivos

para llevarlo al de los calvarios,

luego le ataron las manos,

que parecía que iba rezando,

como al día siguiente era domingo,

eso que ya llevaba rezado.

Y llegando el letal suspiro

un último gruñido resignado:

"mi tiempo se está acabando.

En este mundo de los vivos

ya lo tengo todo hocicado,

sabed vosotros ratón y gato,

quienes tanto me habéis envidiado,

que cuanta opulencia he tenido,

cien veces más hubiese cambiado

por cada instante desganado

que los dos mañana habréis vivido".

Y colorín colorado

este cuento que no ha buscado

detentar moraleja o servir de aviso

(no se sabe bien si quiso)

como además no quiere ser cansino

es menester que vaya terminando

como terminó diciendo el cochino:

disfruta cada silencio, cada trino.

Atrapada en una fotografía (KIM PHÚK)


¿Dónde vas llorando niña?

con la boca muda

que no te puedo escuchar.


¿Dónde vas llorando niña?

con tu piel desnuda

que nadie te puede aliviar.


Con la mirada herida

que parece que me busca

que me quiere mirar.


¿Dónde vas llorando niña?

con la boca muda,

que de una fotografía,

con la mirada herida

y tu piel desnuda

no te puedes escapar.