Insolentes trovadores alados
hilvanan la iglesia de la plazuela
hundiendo sus acrobacias locuelas
en la añosa torre del campanario.
En su insumiso vuelo han avivado
a los cencerros, vuela que te vuela,
férreo nuncio de la mañana nueva
el aullido del repique temprano.
Su tempestad tañe al amanecer,
ululando a la cruz de los cristianos:
¡Llega el sol, barniz del palidecer!
Descubierta en su atalaya soñando
comienza timorata a enrojecer
como amalgama que se está forjando.