I
Detrás
de los ojos moran secretos,
oscuros,
espinosos y encerrados,
como
los retoños de los castaños,
como
el propósito de los bombardeos.
Tras
esos ojos sólo ven los muertos,
contemplan
de las personas su teatro,
su manto,
su sonrisa de escenario,
su
llanto, su telón de terciopelo.
Ni
cadenas de heridos eslabones,
ni
ánimas errantes importunadas,
ni
santas compañas en procesiones,
sólo
son luciérnagas apagadas,
sólo
eso, de un dios callado que impone
no
sentir el frío de la mañana.
II
Detrás
de los ojos moran secretos:
la
lágrima velada de un extraño,
gentes
que se ocultan en los armarios,
la
vida lánguida de los roperos.
Tras
esos ojos solo ven los muertos,
el
dolor de huesos del proletario,
la
soledad de los confesionarios,
de las
esposas de los marineros,
la
angustia penada en los corazones,
que
cargan pesares en sus balanzas,
que
tuercen, pesados, sus eslabones.
Ven
las intenciones de quien abraza,
la
furia en la punta de los arpones,
felonías
que laceran tu espalda.
III
Detrás
de los ojos moran secretos:
intranquilos
sueños de dictadores,
amores
de criadas con sus señores,
señores
que se jactaban de serlo.
Tras
esos ojos sólo ven los muertos,
se
asoman en tu mente a los balcones,
buscan
con su candil en los rincones,
duermen
en el reverso de tu espejo.
Conocen
el final de tus andanzas,
quién
roba el alma de los animales,
la
leyenda privada de la alianza,
que
los esclavos de las catedrales,
quieren
salir de la tierra y demandan,
ser
las efigies de sus pedestales.