Agua destronada de rúbeo cielo,
como un soplo de ocaso desterrado,
crisol del locuaz labio que has tiznado
de tu sangre, mi fuego en el invierno.
Cuatrero de las sombras y los miedos,
del color de la lluvia en los tejados,
que roba al corazón decolorado
latidos de amapola y de cerezo.
Se encadenen al amor en tu fuente:
mejillas rosas, afectos cautivos,
se evoquen ya marchitos y ausentes.
Nazca razón u oscurezcan motivos,
siempre presa en un sorbo impertinente,
tu alma; perfume libre en un suspiro.