Silba
en los ojales de mi persiana,
me
contempla a través de los cristales
y en
forma de agujeros de luz late
sobre
el campo de algodón de mi almohada.
La
vieja farola pinta miradas
concibiendo
unos ojos fantasmales,
parece
que varios cientos encalen
las
desnudas paredes de mi estancia.
Miedos
y tinieblas, mis adversarios,
que
noches y más noches me aprisionan
en su
crepúsculo totalitario.
Mi
cuerpo encogido se envalentona
rasgando
las sedas de mi sudario
y
soñando alborada, mi tizona.